sábado, 27 de noviembre de 2010

Atasco emocional


En sucesivas entradas os vamos a hablar de la inteligencia emocional y de cómo el denominado “secuestro emocional” nos puede llegar a incapacitar para dominar nuestra conducta y hacernos presa de una emoción que nos lleva cual marionetas a actuar fuera de nuestra consciencia.

La siguiente historia narra una mañana cualquiera para una persona cualquiera en unas circunstancias que pueden ser de lo más habituales, e ilustra distintas fases del “secuestro emocional”, así como diferentes estados emocionales (ansiedad, ira, tristeza,…). Haremos referencia a ella desde otras entradas para analizar las emociones, el secuestro emocional y cómo tratar de evitarlo y ser dueños de nuestras actuaciones.

Os animamos a que realicéis esta lectura que os ofrecerá una perspectiva que todos conocéis y que las comparéis con vuestras propias experiencias, así como a que reflexionéis cómo el protagonista debió de actuar para evitar el “secuestro emocional”

Marcos, representante comercial de una reconocida entidad bancaria, se encontraba pletórico aquella mañana ya que se dirigía a una reunión con un potencial cliente para cerrar una importante transacción económica. Se sentía orgulloso por el buen trabajo que había realizado con ese importante cliente, y sabía las repercusiones que tendría en su carrera el lograrlo. Estaba a sólo un paso de conseguirlo…

Pero el atasco de las mañanas era más denso que de costumbre y Marcos empezó a temer no llegar a tiempo. Para colmo en la radio, los contertulios del debate matinal no cesaban de discutir acerca de lo vergonzoso que era el rescate económico que el Gobierno había realizado sobre la banca española. “No tienen ni idea” se dijo a sí mismo irritado.

Marcos comenzaba a impacientarse, cuando de repente vio por una esquina del retrovisor, cómo un coche rojo se abría paso entre el tráfico y realizaba una peligrosa maniobra para adelantarle por la derecha. Apenas tuvo tiempo de pisar el freno para conseguir evitar colisionar, y acto seguido procedió a presionar el claxon y a proferir insultos al conductor anónimo de aquel coche que proseguía su conducción temeraria entre los coches de delante. “¡Tendrá cara el tío, yo tengo más prisa que nadie y aquí estoy! La gente no respeta nada. ¡Menuda gentuza!” Marcos continuaba el discurso consigo mismo en el que la rabia y la desesperación eran protagonistas, cuando el móvil comenzó a sonar. Era su jefe: estaba esperándole en las oficinas del cliente.

- ¿Dónde estás? - le espetó su jefe de forma airada
- Estoy llegando. Había un atasco y…
- ¡Date prisa, nos están esperando! ¡Ya sabes que este negocio es vital y no podemos permitirnos fracasar!
-No te preocupes, en cinco minutos estaré allí.

Marcos sabía que no le sería posible cumplir su promesa dada la situación del tráfico, por lo que la ansiedad se apoderó de él. Entonces, sin pensarlo dos veces, se echó al arcén y comenzó a adelantar a todos los coches. A unos quinientos metros al pasar una curva se encontró un accidente. Inevitablemente el coche de la Guardia Civil que gestionaba el tráfico le detuvo y entonces supo que todo estaba perdido. Durante el tiempo en el que verificaban su documentación y le multaban, observó el coche rojo que le había adelantado. Era del padre de uno de los accidentados, que lloraba impotente ante el cadáver de su hijo. Entonces, la tristeza se apoderó de Marcos y supo que le sería muy difícil enfrentarse a aquella reunión...


No hay comentarios:

Publicar un comentario

Free counter and web stats