domingo, 6 de febrero de 2011

Disonancia Cognitiva


Una de las principales motivaciones humanas, junto a la sed, el hambre,… es el deseo de coherencia. Parece evidente que no ser coherente con uno mismo produce una sensación psicológicamente incómoda y el ser humano reacciona ante esa incomodidad “huyendo” de dicha incoherencia, al igual que huye del dolor, come cuando tiene hambre o duerme cuando tiene sueño.

En los años 50, Leon Festinger desarrolló la teoría de la Disonancia Cognitiva¸ que intenta explicar cómo y por qué reaccionamos ante estas incoherencias.

En primer lugar, voy a intentar explicar brevemente qué es la disonancia cognitiva, o mejor dicho cuándo se produce. La disonancia cognitiva se da cuando actuamos, sentimos o recibimos información que es contradictoria con nuestras creencias, valores o emociones. Por ejemplo, una persona es presa de la disonancia cognitiva cuando, considerándose una hormiguita ahorradora, se deja medio sueldo en una noche de copas.

Cuando esto ocurre, la hormiguita ahorradora siente una incomodidad que tiende a paliar de alguna forma:


  • Cambiando de creencias y no considerándose ahorrador de ese momento en adelante (esto no suele ocurrir con este ejemplo pero sí puede pasar ante situaciones más trascendentes)


  • Lo más habitual: justificarse. “¡Para una vez que salgo!” “Sí, sí, pero ¿y lo bien que lo pasamos?”


  • Y complementariamente con lo anterior, evitar esa situación de disonancia en un futuro “no vuelvo a salir en dos años” o “la próxima vez salgo sin tarjeta”.

Leído esto, uno puede pensar que esto no nos pasa a nosotros, que somos personas muy cabales y coherentes. La realidad, es que todos estamos expuestos a estas situaciones todos los días, y ahí van algunos ejemplos:


  • Tomar una decisión para elegir entre dos opciones aparentemente igual de buenas, es una situación de lo más habitual. Elegir una significa rechazar la otra, y rechazar una opción que nos parece buena nos puede llevar a la disonancia. ¿qué hacemos normalmente cuando nos pasa esto? Pues que magnificamos las bondades de la opción que hemos elegido y resaltamos los puntos negativos de lo que hemos rechazado. Por ejemplo, imaginemos que nos gusta por igual ir a la playa que a la montaña y este año hemos decidido irnos a la montaña a disfrutar de nuestras vacaciones, tenderemos a pensar que en la playa nos aguardaría una insolación, la picadura de diez medusas, duchas de hora y media para quitarse toda la arena y el chunda chunda nocturno de los bakalas de turno. Sin embargo, en la montaña sólo nos espera frescor, aire puro, salud, sabrosas comilonas y otro sinfín de placeres. Pensad ahora que decidís iros a la playa…


  • Cuando recibimos información que contradice nuestras creencias. Un ejemplo curioso y cotidiano es el de los personajes famosos a los que por algún motivo admiramos y de los cuales nos hemos hecho una serie de ideas con respecto a ellos, que cualquier día son alteradas por alguna información publicada en algún medio, del tipo “le han pillado conduciendo a 240 km/h”, “ha pegado a alguien”, etc. Cuando esto ocurre tendemos a no creernos esa información o incluso excusar al personaje en cuestión con frases del tipo “si corría es porque tendría prisa”, “si es que como le acosan al final tenía que explotar”.


  • Como en el ejemplo de la hormiguita ahorradora, muchas veces podemos actuar contra nuestras creencias, aunque sea influenciados por alguna coacción externa. Podemos ser declarados amantes de nuestro tiempo libre y cualquier día vernos echando horas en el trabajo porque nuestro jefe nos lo ha pedido. En este caso lo único que nos libra de la sensación desagradable de la disonancia es pensar que algún día seremos recompensados o, en el peor de los casos, que no nos echarán del trabajo.

Seguro que se os ocurren muchos ejemplos más en los que podemos ser presas de la disonancia cognitiva. En alguna entrada futura comentaré también cómo políticos, vendedores y otros “profesionales” emplean este concepto para llevarnos (o al menos intentarlo) al huerto.
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domingo, 30 de enero de 2011

Neuronas espejo


¿Os habéis preguntado alguna vez por qué al ver una experiencia traumática, emocionante o dolorosa, reaccionamos como si viviéramos en primera persona esa experiencia? Lo explicaremos con un ejemplo muy gráfico. Imaginad que estamos viendo un partido de futbol, y se produce choque brusco entre dos jugadores al tratar de rematar el balón con la cabeza. Al ver la repetición de la jugada observamos claramente cómo ambos se han golpeado fuertemente la cabeza el uno contra el otro. Normalmente, nuestra respuesta será de estremecimiento, que irá acompañado de una expresión de dolor en nuestra cara, e incluso en ocasiones nos llevaremos las manos a la cabeza.

Pues bien, la respuesta de este tipo de reacciones la tienen las neuronas espejo, las cuales se activan al observar acciones o emociones ajenas, y son fundamentales en las relaciones sociales y en concreto en nuestra capacidad de empatizar, ya que nos ofrecen información de lo que están sintiendo las personas que nos rodean. Es importante señalar que la activación de estas neuronas no se produce sólo al ser testigos de una experiencia traumática o emocionante, sino al advertir cualquier acción, sentimiento o emoción que experimenta otra persona, si bien nuestro cerebro discernirá sobre la importancia de lo que se observa. Así si alguien coge un bolígrafo nuestras neuronas espejo se activarán siempre, siendo otro mecanismo neurológico el que decida si es importante o no.

Gracias a estas neuronas somos capaces de “sentir” viendo una película, y nos hacemos partícipes del dolor, terror, alegría o felicidad de los actores, cuando estos realmente no lo están experimentando. De ahí que una buena interpretación sea fundamental para la credibilidad emocional de lo que está sucediendo (si no es así, nuestras neuronas espejo no se activarán al ser evidente la interpretación).

La información que nos proporcionan las neuronas espejo no sólo nos "pone en la piel" del otro, sino que nos permite imitar lo que vemos. Es por esto por lo que juegan también un papel muy importante en el aprendizaje, ya que nuestra capacidad de imitación se debe a ellas, y gran parte de las cosas que aprendemos lo hacemos a través de la imitación. Un ejemplo muy evidente lo tenemos en el proceso de aprendizaje de un niño. En la fase más temprana de este aprendizaje, el padre o la madre se ponen delante de éste tratando de que imite sus gestos, y así, antes incluso de que sea capaz de comprender su significado, algunos niños son capaces de decir "papá" o "mamá".

Para los que quieran saber más, aquí les dejo un enlace a un documental de REDES donde se habla de forma más extensa sobre este tema.

REDES: Mentes conectadas sin brujería

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