sábado, 27 de noviembre de 2010

El recuerdo emocional


Han pasado ya 15 años, pero recuerdo exactamente lo sucedido ese día.

Estaba solo en casa de mis padres y sonó el teléfono. Era mi madre desde una cabina telefónica del hospital. El cáncer había terminado de devorar a mi tío igual que poco después las termitas terminaron devorando los trozos de madera y muebles a medio hacer que habían quedado en su taller abandonado de ebanista.

No era capaz de llorar pero recuerdo la profunda tristeza que me invadió.

A la hora apareció mi hermana pequeña en casa. Ya llevábamos dos años sin hablarnos y también recuerdo la sensación de tensión al ir a su encuentro a la cocina. Me miró con ojos desorbitados, asustada. Le dije “ha muerto el tío” y se abrazó a mí, fuerte, desconsoladamente, recuerdo el tacto de sus lágrimas en mi cuello, el detestado olor a tabaco adolescente mezclado con su colonia empalagosa, así pasaron minutos…

Han pasado 15 años y recordar lo sucedido con tal exactitud no es ningún prodigio de la memoria, nos pasa a todos. Cualquiera de vosotros podrá recordar con exactitud como vestía, qué tiempo hacía, quién nos acompañaba,… en un momento emocionalmente intenso, aunque hayan pasado muchos años.

El responsable de esta memoria “especial” es el sistema límbico. El sistema límbico, al que haremos alusión en numerosas entradas de este blog, es una parte del cerebro fundamental en la gestión de nuestras emociones, hasta tal punto que podríamos llamarlo cerebro emocional. Este pedacito de nuestro cerebro se encarga, entre otras cosas, de grabar con intensidad los recuerdos asociados a estados emocionales especiales.

Cuando experimentamos uno de estos estados, como la muerte de un ser querido, una compleja reacción química se desencadena en distintas fases involucrando a distintas glándulas de nuestra anatomía y estructuras del cerebro, provocando el almacenamiento de lo acontecido mientras dura ese estado.

El sistema límbico actúa como un disco duro que registra prácticamente de por vida estos recuerdos, y además lo hace en dos particiones: mientras que el hipocampo se encarga de registrar los hechos puros y duros que acontecen durante ese momento emotivo, el timbre del teléfono, los olores, la escena,…, la amígdala registra las emociones, y es la responsable de que cuando nos encontramos ante situaciones similares a la vivida, inconscientemente, volvamos a experimentar las mismas emociones que experimentamos en su día.

El ejemplo relatado habla sobre un estado emocional de tristeza, pero este recuerdo emocional puede producirse con otras emociones intensas como la ansiedad, la ira, o la alegría (seguro que la mayoría, incluso aunque no seáis futboleros, os acordáis perfectamente de dónde y con quién estabais el día en que España ganó el Mundial de Fútbol).

En esta imagen podéis ver dónde se encuentran estas estructuras tan pequeñas y que, sin embargo, contienen tanta información.


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Atasco emocional


En sucesivas entradas os vamos a hablar de la inteligencia emocional y de cómo el denominado “secuestro emocional” nos puede llegar a incapacitar para dominar nuestra conducta y hacernos presa de una emoción que nos lleva cual marionetas a actuar fuera de nuestra consciencia.

La siguiente historia narra una mañana cualquiera para una persona cualquiera en unas circunstancias que pueden ser de lo más habituales, e ilustra distintas fases del “secuestro emocional”, así como diferentes estados emocionales (ansiedad, ira, tristeza,…). Haremos referencia a ella desde otras entradas para analizar las emociones, el secuestro emocional y cómo tratar de evitarlo y ser dueños de nuestras actuaciones.

Os animamos a que realicéis esta lectura que os ofrecerá una perspectiva que todos conocéis y que las comparéis con vuestras propias experiencias, así como a que reflexionéis cómo el protagonista debió de actuar para evitar el “secuestro emocional”

Marcos, representante comercial de una reconocida entidad bancaria, se encontraba pletórico aquella mañana ya que se dirigía a una reunión con un potencial cliente para cerrar una importante transacción económica. Se sentía orgulloso por el buen trabajo que había realizado con ese importante cliente, y sabía las repercusiones que tendría en su carrera el lograrlo. Estaba a sólo un paso de conseguirlo…

Pero el atasco de las mañanas era más denso que de costumbre y Marcos empezó a temer no llegar a tiempo. Para colmo en la radio, los contertulios del debate matinal no cesaban de discutir acerca de lo vergonzoso que era el rescate económico que el Gobierno había realizado sobre la banca española. “No tienen ni idea” se dijo a sí mismo irritado.

Marcos comenzaba a impacientarse, cuando de repente vio por una esquina del retrovisor, cómo un coche rojo se abría paso entre el tráfico y realizaba una peligrosa maniobra para adelantarle por la derecha. Apenas tuvo tiempo de pisar el freno para conseguir evitar colisionar, y acto seguido procedió a presionar el claxon y a proferir insultos al conductor anónimo de aquel coche que proseguía su conducción temeraria entre los coches de delante. “¡Tendrá cara el tío, yo tengo más prisa que nadie y aquí estoy! La gente no respeta nada. ¡Menuda gentuza!” Marcos continuaba el discurso consigo mismo en el que la rabia y la desesperación eran protagonistas, cuando el móvil comenzó a sonar. Era su jefe: estaba esperándole en las oficinas del cliente.

- ¿Dónde estás? - le espetó su jefe de forma airada
- Estoy llegando. Había un atasco y…
- ¡Date prisa, nos están esperando! ¡Ya sabes que este negocio es vital y no podemos permitirnos fracasar!
-No te preocupes, en cinco minutos estaré allí.

Marcos sabía que no le sería posible cumplir su promesa dada la situación del tráfico, por lo que la ansiedad se apoderó de él. Entonces, sin pensarlo dos veces, se echó al arcén y comenzó a adelantar a todos los coches. A unos quinientos metros al pasar una curva se encontró un accidente. Inevitablemente el coche de la Guardia Civil que gestionaba el tráfico le detuvo y entonces supo que todo estaba perdido. Durante el tiempo en el que verificaban su documentación y le multaban, observó el coche rojo que le había adelantado. Era del padre de uno de los accidentados, que lloraba impotente ante el cadáver de su hijo. Entonces, la tristeza se apoderó de Marcos y supo que le sería muy difícil enfrentarse a aquella reunión...


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viernes, 19 de noviembre de 2010

¿Por qué?

Bienvenidos a todos,

Hace algún tiempo, los que aquí nos presentamos, empezamos a interesarnos por diversos temas relacionados con la psicología y las emociones. Con el tiempo hemos ido descubriendo el apasionante mundo del funcionamiento del cerebro humano, la relevancia que tiene en nuestro comportamiento diminutas sustancias químicas como las hormonas, neurotransmisores,... la afección que tienen estos en nuestra salud no solo mental sino física, así como de cuánto podemos hacer con él y qué poco lo utilizamos para favorecernos de los recursos que TODOS tenemos y cómo, al contrario, derrochamos energía “cerebral” en ponernos las cosas más difíciles a nosotros mismos.

Estamos en pleno camino, muy al comienzo aún, pero con la base suficiente que nos permite saber que lo que está por delante nos ofrece un nuevo modelo de vida, más satisfactoria y sobre todo más feliz, con el convencimiento de que es en esa dirección en la que queremos ir.

Y mientras lo andamos, queremos realizar un ejercicio personal que nos permita doblemente, interiorizar y exteriorizar lo que aprendemos, intentando garantizarnos la asimilación del conocimiento mediante la divulgación de aquello que estudiemos, explicándolo a nuestra manera, con nuestras aportaciones e impresiones, con la esperanza de que sea tan positivo para aquellos que quieran compartirlos como lo está siendo para nosotros mismos.

Contaremos anécdotas, porqués de cosas que casi todos conocemos e intuimos y nunca nos hemos parado a buscar su explicación e incluso presentaremos algunas técnicas muy sencillas que hemos encontrado en la abundante bibliografía disponible que nos permiten hacer de nuestra vida un camino más colorido.

Esperamos que os apetezca pasear por aquí de vez en cuando.

Saludos,

Álvaro López
Javier Castro
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